martes, 16 de abril de 2013

FERIA DEL LIBRO DE CÓRDOBA 2013

Portada del Libro

!! CORRECCIÓN URGENTE SOBRE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO!!
EL ACTO DE PRESENTACIÓN FIJADO PARA EL MARTES 23 DE ABRIL SE CELEBRARÁ EN EL SALÓN DE ACTOS DEL IES MAIMÓNIDES   (C/. Alfonso XIII, 4)  A LAS 19 HORAS
 (NO en el Salón de Actos Cajasur a las 18 horas) 
   

Martes 23 de abril a las 18 horas
Salón de Actos Cajasur
(C/. Bulevar de El Gran Capitán)
presentación y firma del libro
RELATOS DE UN NEURÓTICO
Autor: Ricardo Santofimia Muñoz
Presenta: Bernardo Ríos
Ed. Papeles de Le Rumeur

EL TÍTULO
     
   Desde luego, no lo tenía previsto. Un defecto que me persigue desde la más angustiosa pubertad: olvido la evidencia, o quizás la soslayo o, no sé, la descarto. Y sin embargo, el consejo o aviso era de cajón.
   Quiero aclarar antes, enseguida, que también adolezco de certezas, de ahí mi continuo recurso a precisar imprecisiones. Esto se me ha acentuado con la edad. Claro que tampoco tengo claro si se trata de defecto o virtud.
   Aunque, sinceramente, eso de la “angustiosa pubertad” es pose con pretensión dramática, o quizás romántica; porque tampoco es que me haya preocupado en exceso pasar por alto según qué, nunca. Y lo de “me persigue”, pues suena a pretencioso, ¿no?
   Pero lo reconozco, sustraerme a la lógica, a los procesos mentales con desembocadura obvia e inevitable, no deja de ser un defecto. Más que nada, porque me ha creado –me he creado- más de un problema. Como para sentirse orgulloso.
   Me da que es cuestión de estructura mental, o quizás neurológica, o algo así –tampoco voy a echar la culpa ahora a los jesuitas que me educaron-. Tan interiorizada tengo la tendencia por lo sublime que descuento lo sencillo, si bien con frecuencia asimétrica.
   En realidad –hay que reconocerlo-, prescindir del escalón inicial acarrea resultados impertinentes, inconvenientes, invalidantes. Pero casi me atrevo a asumir que no es mi caso, porque con frecuencia no salgo de la neurona primaria. Desconozco si me pasa como a todos, o a muchos, o a algunos, o a ciertos algunos.
   Es verdad que a veces, si me encuentro despistado, o divagando, o qué sé yo, me escurro de mi realidad y doy el salto en el vacío sin medir las consecuencias. Como me ha ocurrido ahora, o ayer.

   - Bien que es un libro de relatos, pero habrá que ponerle un título, ¿no? –me dice.
   - Pero cada relato tiene su título, ¿no es suficiente? –le digo.
   - No parece, lo normal es que el libro lleve un título general –responde.
   - ¿Y no basta con poner en letras muy grandes “Relatos”?
   - Puede, pero resultaría muy poco atractivo. Mejor piensa un título para el conjunto. Una expresión o palabra que caracterice a la totalidad, que los agrupe en una idea o motivo común. Tira de imaginación; pero con cuidado, no desvaríes demasiado, que te conozco.
   - De acuerdo. No estoy seguro de conseguirlo, pero voy a intentarlo. Me refiero a lo de desvariar. A estas alturas no me puedes venir con equilibrios. Pero, bueno, procuraré una leyenda veraz, rotundo, síntesis y brújula.

   Con tal intención emprendo el camino. Método, sosiego, avizor. Releo el primer relato y tomo notas, sobre personajes, la trama, la expresión, algún detalle, paso al segundo y lo mismo, y así hasta el último.
   Cuando termino, retiro los apuntes a un pico de la mesa, los relatos al otro, y pongo rostro, brazos y manos en imagen de intelectual ensimismado (es que me sale así de espontáneo, no es gesto para foto; ni lo digo por petulancia, sino llevado por…, bueno, vale). Hago la consiguiente reflexión, repaso mental o algo parecido. Pero apenas se digna florear algún pensamiento consistente. Me rindo un poco y acerco el par de folios que sostienen mis comentarios. Leo, ya con cierta ansiedad. Subrayo. Traslado a otro folio lo subrayado en plan criba y ahí concentro todos mis filamentos. Nada relevante, o muy poco.
   Así que renuncio al momento, y sobre todo, al lugar. Y salgo de casa. Si es que tanto método, tanto método,… y encima estas alergias mías al sosiego recomendado. Que no, que no. A la calle.
Subo hasta las cumbres del Brillante, bajo por las laderas de Chinales, atravieso Carlos III hasta el viejo Lepanto, me adentro en San Agustín, cruzo la Corredera –todo a pie firme y rápido y enjuto, y espoleando sin descanso todos los ¿anillos? de la corteza cerebral-, sigo hasta El Potro, y Puente Viejo y Campo de la Verdad, hasta la iglesia del Cerro, y vuelvo, Plaza de Andalucía, Puente Nuevo, Vallellano arriba, La Victoria, hacia el bulevar, alcanzo El Vial, y en el último tramo hasta casa, en ese que recorro cada día entre árboles desfrutados y entrañables, titilar de confidencias y atmósfera de melancolías, acierto con la esencia.
   La clave está en el narrador de cada relato, los narradores, varios y uno. Personalidad afín, controvertida, conturbada, identidad de inquietud.
   Todos los relatos con el mismo protagonista, la misma obsesión de denuncia: “Relatos de un neurótico”.
   Jo, me ha costado. Cosa tan elemental…

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